[Terminada] El destino es caprichoso y más cuando se trata de algo como lo que pasará entre ______ y Louis Tomlinson. Una relación del pasado rápida, alocada, peligrosa que le llevó a ser quien no era. Todo acabó, pero no para siempre. Ambos estaban equivocados cuando prometieron no volver a verse.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Capítulo 42.

Este capítulo va dedicado a: @Malikosa_1D (De parte de @Iamsrtmalik)

*

Quizás fuese yo. Quizás todo esto pasó porque mis ideas o mis sentimientos no estaban del todo detallados y perfilados como para tenerlos en orden en mi cabeza, o en donde quiera que estén.

Cerraba los ojos ante la mirada furtiva de Josh, quien esperaba ansioso una respuesta.

Tenía ganas de derrumbarme delante de él y de que por fin se me aclarasen las cosas, pero eso era algo imposible. No podía tener algo claro sabiendo que Louis me había escrito una carta antes de irse a Inglaterra, no podía tener nada claro sabiendo que Louis se iba, de nuevo.

-¿Me vas a decir algo? – Preguntó él, con las manos puestas delante de su boca, sin ganas apenas de comer.

Miré hacia el mantel y, tras unos segundos, apreté mis ojos conteniendo las lágrimas.

-¿Tienes algo que decirme tú, Josh?
-Tengo tantas cosas que decirte…

Alcé la mirada y di con sus ojos azules que mantenían su mirada fijada en la mía. Fruncí los ojos un poco.

-Dímelas. – Musité.
-¿Acaso ganaría algo con eso?
-Puede. No sé.

El chico cogió aire y entrelazó sus dedos. Yo cogí la copa de vino para humedecerme la boca que tan seca se me había quedado.

-Te haré una propuesta, ¿Vale? – Me dijo.

Fruncí el ceño y le miré, más interesada que nunca por lo que me iba a decir.

-Te propongo empezar de cero, conmigo. Si quieres tómate tu tiempo, el que quieras. Podríamos incluso mudarnos a algún apartamento más cerca de tu universidad para salir de la rutina. Haría lo que fuera por volver contigo, _______. Haría lo que fuera por salir de la rutina en la quizás ya nos habíamos metido. Te quiero, y creo que eso no puedo evitarlo.

El chico hizo una pausa y cambió de postura en la silla, cruzó sus brazos encima de la mesa y me miraba aún fijamente.

-Pero tampoco quiero hacerme daño. El otro día cuando te vi agarrando a Louis un escalofrío se apoderó de mí y algo me decía que le querías como jamás me habías querido a mí, y como jamás me querrás.

Por un momento sentí como si mi estómago se oprimiese cada vez más y necesitaba aire.

-Así que tú debes de decidir. Sólo te pido algo: Elijas la elección que elijas, hazlo segura. Tómate tu tiempo. Tengo lo suficiente para darte lo que necesitas. Estoy dispuesto a todo, pero solo si estás segura.

Tragué saliva por un segundo y le miré de nuevo a esos ojos que pedían a gritos lo que su boca no suplicaba. Me necesitaba, y eso estaba dejando ver. Sin embargo, y como él bien dijo, estaba demasiado claro que mi enredo sentimental tenía que ver en parte con Louis. ¿En parte? ¿Qué digo? Louis tenía que ver en todo.

-Creo que ahora deberías irte a casa y no creo que sea conveniente que te acompañe. Llamaré a un taxi y lo pagaré.
-No, Josh. No hace falta. Lo llamaré yo.
-Por favor, _____. Pienso hacerlo. Hago esto porque creo que no tienes aún nada claro y verme no te hace bien. Incluso a mí no me hace bien verte así… - Sus ojos me revisaron de arriba abajo. - así.

Josh cogió el teléfono para llamar a un taxi. Me negué, pero él insistió.

Tras un rato, ambos nos levantamos cuando escuchamos el motor del coche rugir en la puerta de la casa en ese silencio de la noche en una urbanización totalmente perdida y desierta.

El chico tomó el pomo y me miró antes de abrirlo. Después de unos segundos de agonía, lo giró y me dejó paso.

Caminábamos mirándonos de reojo en la noche fría hasta aproximarnos al taxi, sin saber bien qué decir para despedirnos. Quizás fuese la última vez que pisaba esta casa, o quizás no, pues sabía que lo único que me iba a aclarar era la carta que aún me quedaba por leer de Louis.

-Gracias por aceptar esta cena, ______. – Murmuró.
-Gracias a ti por invitarme, Josh.
-Siempre es un placer tenerte aquí.

Esas palabras me dolieron. Me dolieron porque no podía sentir lo mismo. Algo dentro de mí me negaba intensamente que lo que yo sentía por Josh no se comparaba ni en un milímetro a lo que él sentía por mí. Era un abismo de sentimientos entre medias.

Le di dos cariñosos besos antes de abrir la puerta del taxi.

Me invadió su peculiar y reconocible fragancia y le dediqué una última mirada.

Cogí el pomo de la puerta del vehículo y miré a Josh, quien se encontraba apoyado en el techo del vehículo mirando cómo me adentraba en él.

Cerré la puerta y Josh se dirigió a la del copiloto. La abrió y se asomó.

-Cóbrese de aquí, señor.

El taxista frunció el ceño mirando el billete que Josh le estaba tendiendo.

-Quédese con las vueltas.

Le miré furtivamente. No quería que me pagase la vuelta a casa, no me lo merecía.

-Buenas noches. – Murmuró mirándome apenado.

Cerró la puerta de un golpe y, entre la oscuridad deslumbraban sus ojos azules intensos.

-¿A dónde, señorita? – Preguntó el taxista.

****

Saqué con cuidado las llaves del interior de mi bolso y abrí la puerta del interior de mi casa.

Bruce corrió tan rápido como pudo a recibirme. El perro no ladraba, pero sí que daba vueltas sobre sí cuando se percató de que era yo quien llegaba a casa.

Me agaché mientras me quitaba los tacones y le acaricié mientras él rodaba por el suelo boca arriba.

Me sacó una gran sonrisa y me acordé de lo intimidante que le parecía a Louis. Mi sonrisa agrandó en un segundo.

Louis…

Sí, de nuevo había aparecido y, de nuevo, había roto todos mis esquemas. Yo era feliz con mi universidad, mi casa, mi novio, la independencia que toda mujer de mi edad quisiera. Pero de repente, apareció en el sitio más inesperado.

¿Por qué tuvimos que ir a aquella cena? No debimos. No debió aparecer. Yo ahora sería feliz con Josh y con una vida normal, como la que llevaba.

Cogí aire y con los tacones en la mano, comencé a subir sigilosamente los escalones para no despertar a mi madre.

Seguida por Bruce, llegué al interior de mi cuarto. Cerré la puerta y dejé los tacones aparcados en un rincón.

Avisté la carta que Bob habría dejado encima de mi escritorio y cerré los ojos por unos segundos intentando asociar que la iba a leer, y que a raíz de ahí todo cambiaría, todo supuestamente se aclararía.

Me acerqué con el corazón en un puño a la silla y la arrastré hacia atrás. Encendí la tulipa que usaba para estudiar y me senté cómodamente.

Mi corazón amenazaba con salírseme por la boca como no abriese ya la carta y leyera tranquilamente lo que decía en ella.

Mis dedos temblorosos tomaron el folio tan doblado y lo comenzaron a deshacer. Mi pulso estaba acelerándose y daba gracias a que acababa de tomar asiento. Tenía la sensación de que me quería desplomar sobre el suelo y aún no había empezado a leer.

Lo expandí y vi una carta con una caligrafía perfecta, escrita con un bolígrafo de tinta negra y algo líquida. 

Eran tantas letras juntas que no sabía si empezar a leerla o morirme.

Miré hacia el techo antes de leerla y, tras tomar y recoger el suficiente valor, comencé a leer.

“Sé que esta no es la despedida que esperabas, supongo que ni siquiera esperabas una simple despedida.

Como bien sabrás si estás leyendo esta carta, me voy a Inglaterra con Bob. Parece fácil decirlo, pero créeme, es una de las decisiones más arriesgadas e importantes que a lo largo de mi mísera vida he tomado.

Quizás sea una apertura al futuro, o quizás sea una encerrona y me vuelva a perder dentro de lo imperdible.

Ahora mismo no entiendo como he empezado esta carta, ni tampoco entiendo qué pretendo hacer con ella, pero el valor es algo que siempre he tenido y creo que tendré hasta el último de mis días.

Has sido increíble, y eso siempre lo destacaré. Me enseñaste a ser de diferente manera, me enseñaste a ver que mi vida era una vida inhumana. Me enseñaste que lo inocente es increíblemente perfecto, y me enseñaste que eres única, has tenido un efecto sobre mí que nadie jamás podrá reemplazar. Has hecho que confíe en mí y que sea alguien protector. El otro día me dijiste que confiabas en mí. Y sí, has confiado en mí más de lo que yo mismo siempre he confiado. Me has demostrado que puedo ser querido y me has demostrado que nunca hay que rendirse, quizás por eso estoy escribiendo esta carta de ‘despedida’, porque sigo luchando para encontrar mi sitio en este mundo, un sitio que está claro que no es a tu lado.

Ahora mismo estoy tragando saliva para contener las lágrimas. Ahora mismo estoy tratando de explicarme por qué tengo que irme si antes de jugar al fútbol y ganar dinero, daría todo el dinero del mundo por irme contigo al fin del universo. Pero quizás sea porque tu vida está con Josh y ambos sabemos que es lo mejor. Él puede darte lo que yo jamás he sabido, y sé que la calidad de vida que podrá proporcionarte él jamás tendrá comparación con la mísera de calidad que podría darte yo.

Y ahora que estoy terminando la carta, ya sé lo que quiero describir en ella. Sí, esto es una despedida, _______. Y créeme que es la primera vez que abro mi corazón e intento expresar lo que siento. 

Quizás no haya sabido reflejarlo con total certeza pero ahora mismo tengo una impotencia abismal dentro de mí. Tomo aire cada dos segundos y me pregunto si lo que estoy haciendo es lo correcto, pero como ya sabes, yo confío mucho en el destino y sé que si quiere que algún día te vuelva a encontrar, lo haré. Y sé que te veré feliz y repleta del cariño y felicidad que yo jamás podré darte. Quizás te vea con la familia que siempre me has dicho que querías formar o quizás te vea de la mano con el hombre más afortunado del mundo, que será quien se gane tu corazón.

He intentado odiarte todo este tiempo y he intentado hacer de tripas corazón para no recordarte a todas horas del día, pero me ha sido imposible. No quiero que me recuerdes siempre, es más, quiero que me dejes de querer y seas feliz con él. Sólo te pido algo: Jamás olvides quién fui para ti, al igual que yo jamás olvidaré quien eres, fuiste y serás en mi vida.

Te pido disculpas por todos los momentos que te lo hice pasar mal, y en todos esos momentos en lo que solo me importaba yo. En esos momentos donde mi impulsividad era la protagonista, he tratado de cambiarlo y creo que poco a poco lo voy consiguiendo. ¿Tengo que mencionar gracias a quien? 

Tú fuiste la que me enseñaste a frenar, la que me enseñaste querer, conseguir, superar. Pero sobre todo, fuiste quien me enseñó a vivir. Sí, antes de conocerte solo pasaban los días como otro cualquiera. Después de conocerte, todo tenía sentido. Fuiste quien me enseñó a encontrarme de alguna manera dentro de esa fachada que tenía estructurada en todo mi cuerpo. Esa fachada que me imposibilitaba descubrir mis sentimientos. Fuiste tú quien me enseñó que jamás, jamás nadie querrá a alguien como yo te he querido, te quiero y te querré, ______.

Yo estaré bien, así que no te preocupes. Lo mejor será que no te pongas en contacto conmigo. Sólo te pido algo, y si de verdad me aprecias, hazlo: Rehaz tu vida y sé feliz, al igual que lo eras antes. Al igual que lo eras antes de que tú y yo nos reencontrásemos en esa absurda cocina. Yo estaré bien, y quiero que te quedes con eso. Así que, prométeme que reharás tu vida. Prométeme que serás feliz con él y prométeme que nunca te olivarás de quien fui. Sólo te pido eso.

Que seas muy feliz, yo lo seré si tú lo eres, recuérdalo.

Te quiere, Louis T.

Las lágrimas resbalaban por mi cara. Esa carta había despertado tantos sentimientos tan ocultos. En esa carta vi a ese Louis Tomlinson indefenso que siempre me había ocultado pero yo siempre había podido ver al menos un milímetro. En esa carta vi la confesión más sincera que existió y existirá. Me dolía el pecho, no podía contener la angustia, sí, esa angustia de ver que le perdía y no podía hacer nada para impedirlo.

¿Podría prometerle de verdad rehacer mi vida con alguien quien jamás sería parecido a él? ¿Podría prometerle todas esas cosas? Sólo podría prometerle con certeza que jamás me olvidaría de él. Ni de sus ojos azules, ni de su flequillo en la frente ni de su corte en la ceja. Jamás podría olvidarme de su chaqueta de cuero ni de su tupé perfectamente arreglado. Jamás podría olvidarme de esos desayunos tan increíbles que me preparaba, ni de esa manera que tenía de consolarme. Jamás podría olvidarme de las locuras que hicimos juntos ni de  que fue el único que estuvo cuando el mundo me abandonó. Jamás podría olvidarme de quien de verdad me encendió cuando yo estaba apagándome. Jamás podría olvidarme de él. Louis y yo éramos como polos opuestos pero al fin y al cabo, éramos almas gemelas. Como la primavera y las flores, como Pin y Pon, como la Bella y la Bestia.

¿Y ahora qué hacía? Quizás él estuviese empaquetando sus cosas o quizás mirando por la ventana esperando a que me plantase en casa de Dina y Ben replicándole. O quizás ya estuviese en Inglaterra.

O, quizás debía coger el teléfono y llamar a Josh y empezar una nueva vida cerrando el libro y abriendo otro nuevo.

Tragar saliva y llorar no solucionaba nada.  Al menos sabía que Louis me quería como yo a él. Que yo había marcado un antes y un después en su vida como él en la mía.

Ahora, con lágrimas en los ojos y entre mis dedos temblorosos una carta, sentada en la silla y mirando como Bruce dormía encima de la colcha de mi cama, sólo pedía algo:


Ayuda.


5 comentarios:

  1. Es el capítulo más triste que has escrito, Nerea.
    Rezamos porque se vaya a buscar a Louis ..
    xx

    ResponderEliminar
  2. Louis, Louis por favor, tiene que ir a buscarlo... Coincido con Claudia, es el capitulo mas triste :'(

    ResponderEliminar
  3. Me has hecho llorar mucho, Nerea. Sólo pido un final feliz con Louis plsplspls

    ResponderEliminar
  4. Me encanta es asdfgghh, es super triste pero muy bonito a la vez .Confiamos que el destino los vuelva a juntar otra vez :).
    Bssssssss guapa

    ResponderEliminar
  5. Ay tia, esta novela se acaba, no puedes hacernos esto!! Madre, Louis esta pillado, tengo ganas de saber como acaba pero me gustaria leer esta historia durante meses, creeme. Eres especial sabes? Tus novelas siempre tienen ese algo. Gracias

    ResponderEliminar