Capítulo 41.

Este capítulo va dedicado a: @_SheilaPrade

*

Me encontraba en un absurdo momento de balanza.

Aun que habían pasado quizás los suficientes días para que mis ideas se aclarasen, no lo habían hecho.

Estaba delante del espejo retocando lo mechones en los que me había hecho tirabuzones.

Josh me había llamado y, según él, quería quedar conmigo para aclarar todo de una vez. Quizás fuese para bien o quizás fuese para mal, era una idea confusa la que tenía en mi mente, como todo.

Me subí a esos zapatos tan altos y abrí la puerta de mi habitación intentando mantener el equilibrio. Los tacones que me había comprado mi madre eran demasiado elevados.

Agarré la barandilla y comencé a bajar las escaleras de mi casa. El olor de una buena cena me invadió, y supuse que mi madre tendría visita.

Aterricé por fin en el suelo después de bajar todos esos peldaños y me acerqué con cuidado a la cocina.

Abrí la puerta, apoyé en el marco mi hombro y disfruté de la estampa tan dulce que tenían Bob y mi madre. Él la estaba abrazando por la cintura mientras que ella se hacía la remolona haciendo la cena.

-Buenas noches. – Musité. - ¿Interrumpo?

Ambos pegaron un leve saltito sobre sí y me miraron.

-Cielo. – Exclamó mi madre.

Automáticamente Bob la soltó y la mujer acudió a mí. Tendió su mano y yo la agarré. Hizo que diese una vuelta sobre mí para observarme.

-Estás preciosa. – Comentó.

Los rubores aumentaron en mi rostro y miré avergonzada a Bob.

-Lo estás. – Apoyó él.

-Gracias.

La sonrisa tímida no había desaparecido de mi rostro.

-¿Qué celebráis? – Pregunté.

-Bob se irá este fin de semana a Inglaterra. – Dijo mi madre. – Ya sabes, por lo del equipo de fútbol.

Mi estómago se acongojó en ese momento. Podían haber pasado muchos días, quizás semanas, pero no se me esfumó ni un segundo de la cabeza la idea de que, quizás, y sólo quizás, Louis se fuese de aquí y emprendiese rumbo a Inglaterra, dónde lógicamente le tocaría empezar una vida nueva y, quién sabe, quizás también una relación nueva…

Arqueé las cejas y asentí sutilmente con la cabeza. Mis tirabuzones hicieron muelle, mientras mis ojos involuntariamente miraron al suelo.

-Pásalo bien, Bob. – Dije.

-Eso intentaré.

Cogí aire y por un segundo dudé si lanzarle la pregunta del millón. Quizás debía, y así me quitaría las dudas.

-¿Se va Louis?

Lo solté. Al final lo solté. Incluso me dolió, pero al final terminé preguntándolo.

-¿Louis? – Bob miró por un momento al suelo girando su labio. – Sí, sí viene.

Mi cara debió de ser un auténtico reflejo de la desesperación e impotencia.

-O sea que aceptó. – Murmuré.

-Sí.

Arrugué mis labios y asentí con la cabeza en forma de agradecimiento. Ahora ya tenía algo claro: Louis Tomlinson desaparecería, quizás definitivamente, de mi vida.

Pero como bien dijo él, quizás todo esto fuese artimañas del destino para al fin juntarnos. Negué con la cabeza cuando pensé en eso. ¿Juntarnos? ¿Acaso volvería con Louis? ¿Sí? ¿No?

Sabía que no tenía las ideas nada claras, pero jamás pensé que las tenía tan enredadas y entrelazadas entre sí como estaban dejando claro ahora.

-Bueno, yo creo que me voy… - Dije. – Quizás Josh ya esté en la puerta.

-Pásalo bien, cielo. – Dijo mi madre, mirándome con el orgullo en sus ojos.

Se puso de puntillas y besó mi mejilla. Cerré los ojos al sentir el contacto de los labios de mi madre en mi moflete y sonreí dulcemente.

Me di media vuelta y cogí el pomo de la puerta para de nuevo cerrarla.

-Espera, espera un segundo. – Me dijo Bob. – Te acompaño a la salida y así voy poniendo la mesa.

Fruncí el ceño y miré al hombre sofocado por acompañarme. Mi madre abrió un cajón y le tendió el mantel que debía de poner.

Segundos después, el hombre estaba a mi lado, cerrando él la puerta de la cocina y siguiendo mis pasos hasta la puerta.

Ambos nos paramos en el hall y él me miraba.

-Perdona por ser tan entrometido, ________. Pero, ¿Tienes algo con Louis?

Arrugué el entrecejo todo lo que mi frente maquillada me permitió y le miré confusa.

-¿Por qué preguntas eso, Bob?

-Ya os lo dije el día que os vi juntos. Me parecíais una pareja enamorada y complementada cien por cien. Sin embargo me desconcertó verte con ese chico…

Tomé aire y después lo solté, utilizando ese tiempo como excusa para pensarme la respuesta a esa entrometida pregunta.

-Bueno, es una larga historia, Bob. Pero no. No tengo nada con Louis. Él es, o bueno, quizás era un amigo.

Me dolió. Me dolió más de lo que pensaba el pronunciar esas tristes y alargadas palabras. Louis y amigos jamás habían sido compatibles en mi vocabulario, y quizás ese fuese el principal de los problemas: Intentar ser amiga de quien fue mi primer amor.

-Entiendo. – Murmuró frunciendo el ceño.

Su elegancia estaba presente en él. Era un hombre adinerado y con disciplina además de cariñoso, cercano y buena persona.

-Me ha pedido algo. – Musitó de nuevo.

-¿El qué?

El hombre metió su mano en el bolsillo trasero de sus pantalones y sacó una carta.

-El otro día me reuní con él para llegar a un acuerdo sobre el equipo de fútbol y me dio esto.

Lo examiné fríamente y me quedé sin palabras.

-Creo que ese chico te quiere de verdad, jovencita. Y si lo hubiera sabido jamás le hubiera ofrecido el venirse conmigo. - Añadió Bob. - Es como si me hubiera interpuesto en vuestra relación.

-No, Bob. Para nada. Ya te dije que solo somos amigos.

Mi boca expresaba completa sorpresa. Cogí con mis dedos temblorosos el folio sumamente doblado que me estaba tendiendo Bob y lo observé por fuera, quizás sin la valentía de abrirlo.

Lo continué observando durante unos segundos y hice el amago de abrirla.

-Oh, no. No. – Negó Bob. – Creo que ahora no es el momento, te esperarán fuera…

Asentí con la cabeza amoldando la carta a su posición previa.

-Me encargaré de subirla a tu cuarto. – Dijo.

-Por favor.

De nuevo le tendí la carta y Bob la tomó. Me sonrió mostrando complicidad y se dio media vuelta emprendiendo camino hacia mi cuarto.

-Suerte, ______. - Dijo parándose en medio de la escalera.

Le sonreí amablemente y el hombre continuó subiendo peldaños. 

Cerré los ojos con dolor un segundo. Una carta de Louis. ¿Sería una despedida? ¿Una disculpa? ¿Qué sería? Las ganas de leerla comenzaban a crecer y las ganas de saber qué se escondía en ese folio arrugado podían conmigo.

El insistente sonido del timbre me asustó. Coagulé por un segundo mi respiración y me acerqué hasta el pomo. Tiré de él.

Los ojos azules y el pelo rubio del chico me intimidaron. Era Josh.

-Buenas noches. – Dijo con una voz entrecortada, quizás por el frío.

-Buenas noches. – Contesté, ruborizada.

-¿Estás lista?

-Sí, solo me falta coger la chaqueta.

-Bien, te espero aquí.

Me di la vuelta y tomé aire mientras cogía la elegante chaqueta que usaría hoy.

La puse sobre mi cuerpo y me puse al lado de Josh.

******

Ambos pasamos por su jardín y esperé a que Josh abriese la puerta de la casa para entrar detrás de él.

Respiré el aire de los muebles. Ese aire que estuve respirando por un año junto a él y que ahora por alguna o varias razones, no podía respirarlo diariamente.

-Puedes dejar ahí la chaqueta. – Musitó Josh señalando un perchero.

-Vaya, ¿Es nuevo?

-Sí. Lo compré todo incluido.

Lo miré y entendí por qué decía eso. Era un bajo mueble de color negro, con tres cajones, del cual salía el perchero.

Posé mi chaqueta donde él me dijo y le seguí.

Mis pies no podían ir a su ritmo, por eso me quedé algo más atrás de él. Pero sabía perfectamente el trayecto que había que seguir hasta la cocina, así que, ambos llegamos al mismo sitio.

-¿Quieres tomar algo? – Preguntó.

-¿Qué tienes?

El chico abrió un pueble y sacó una botella de vino.

-Esto.

-Un vaso no me vendría mal.

Esbozó una tímida sonrisa y, tras forcejear con el corcho, consiguió quitarlo elegantemente.

Sirvió en dos copas la sustancia, y después me ordenó ir hacia el salón con las dos en las manos.

Fui sola, arrastrando mis pies por las moquetas que estaban en el suelo. Tomé asiento esperando a que él apareciese por la puerta con la cena.

No tardó mucho tiempo.

Sonreí cuando vi que tenía una cara agonizante, debía estar quemándose.

-¿Estás bien? – Pregunté entre risas.

Josh posó apresuradamente la bandeja en la mesa y quitó los guantes de sus manos.

-Sí. Bueno, me quemaba. Ahora ya estoy bien.

Sirvió la cena. Olía delicioso. Era una de las muchas virtudes que poseía, cocinaba deliciosamente.

-¿Qué tal este tiempo? – Preguntó pinchando su cena.

-Bien. Empecé la universidad.

-¿Y qué tal?

-Todo muy bien.

-Me alegro.

-¿Y tú?

-Bien. Este tiempo he tenido bastantes pacientes. El frío parece aumentar las depresiones… - Comentó encogiéndose de hombros.

-Está delicioso. – Alenté.

-Gracias.

Sonreí de nuevo llevándome alimento a la boca.

-¿Qué quieres que hablemos? – Preguntó Josh, mirándome con sus profundos ojos azules.

Su mano soltó los cubiertos y cogió la servilleta para limpiarse su rostro.

-¿Y tú?

-Creo que tú eres quien debía aclararse, o eso me dijiste.

-Sí, bueno…

-¿En qué tenías que aclararte?

-Bueno, quizás no tenía todo claro.

-¿Y ya lo tienes?

-No del todo.

El chico rodó sus ojos y de nuevo cogió el tenedor, pinchando la comida. Yo, mientras, tragué saliva y bebí un poco de vino.

-¿Y por qué aceptaste mi cena?

-Pensé que tú tendrías las cosas claras y eso me ayudaría a mí.

-Yo tengo todo muy claro, _______. Si he esperado más de un día desde aquella noche en pedirte esta cena es porque tú fuiste la que decidió desde el principio tomar este tiempo. Yo te quiero, y mis planes de futuro contigo siguen siendo los mismos.

Futuro. Esa palabra se me retorció antes de entrar de lleno en mis oídos.

Asociaba el futuro a Louis, y me angustiaba el saber que, según lo previsto, en el futuro Louis desaparecería de mi vida, porque obviamente se iba. Ya se había ido de mi vida. 

Continuaba intimidada a causa de la constante mirada de Josh. Apreté mis labios e intenté buscar algún argumento que me ayudase a salir de ese callejón sin salida, oscuro y con niebla, con ojos azules brillantes y voz cálida y aguda llamado Tomlinson.