*
Abrí la puerta después del portazo que Alison dio en ella. Bajé
apresurada las escaleras y corrí detrás de ella.
-¡Alison, espera! – Grité.
La chica prefirió hacerme caso omiso y continuar enfadada su camino.
-Por favor.
Apresuré más mi paso y conseguí cogerla del brazo, pero no por mucho
tiempo. Al instante de contactar mi mano con su piel, Alison retiró corriendo
el brazo de mí.
-¿Qué quieres? ¿Eh? – Exclamó dándose la vuelta. -¿Vienes otra vez a
pegarme? ¿O a decirme que te acompañe con tu novio a esa porquería de vida que
llevas?
-No Alison. Nada de eso.
-Entonces, dime. ¿Qué quieres?
-Quiero pedirte disculpas.
-¿Para qué? No pienso perdonarte. Nunca te perdonaré esto. Me has hecho
mucho daño. Jamás pensé que serías capaz de tratarme así por todo lo que yo he
hecho por ti. ¿Piensas que con un lo siento se arregla todo?
-Sé que no se arreglará nada, y estás en tu derecho si no quieres
perdonarme, pero necesito pedirte disculpas.
-Pues guárdatelas. No te necesito, _____. Tú ya no eres nada en mi vida.
Ya sé vivir sin ti, he aprendido. ¡NO TE NECESITO!
El grito que pegó en medio de esa calle hizo que me estremeciese. La
chica volvió a girar su cuerpo con muy mal humor y emprendió de nuevo el camino
que yo había interrumpido.
Quizás el escuchar serenamente las palabras tan crueles que Alison me
había ofrecido serían las causantes de que mis ojos empezasen a cristalizarse.
La impotencia de ver que mi absurda inmadurez y ganas de destrozar mi
vida la han destrozado de verdad, y la incredulidad de ver como perdí pedacito
a pedacito parte de mi vida.
Mi madre y Karen se pusieron a mi lado ante mi cuerpo totalmente
congelado y clavado en el suelo. Ambas parecían sofocadas.
Mi madre se puso delante de mí mientras Karen miraba hacia todas
direcciones buscando a Alison.
-¿Qué ha pasado? – Me preguntó mi madre.
-Nada… - Negué con la cabeza.
Me di media vuelta y, tras maldecir de nuevo al día en el que pisé El
Foco, di pasos hasta llegar a mi casa.
******
Unos días más tarde.
Mi mano derecha sujetaba la cuchara con la que jugueteaba con los
cereales en ese bol. La leche estaba caliente, pero mi estómago no pedía
comida. Mi codo izquierdo apoyado en la mesa mientras mi mano abierta estaba
cubriendo mi mejilla izquierda.
-Vamos, ______. Desayuna o llegarás tarde. – Apresuró mi madre.
-No tengo hambre.
La mujer soltó el paño de la cocina en la encimera y retiró la silla de
mi lado para sentarse. Mi gesto no cambió, ni siquiera levanté la mirada.
-Entiendo que estés desganada o simplemente triste por regresar a
clases, pero es tu deber. Quieres retomar tu antigua vida y así será como lo
hagas. Sería estupendo que consiguieses sacarte tu carrera y consiguieses las
metas que desde pequeña te propusiste. Si tiras la toalla de lo único que te
servirá es tener que agacharte a recogerla.
Esa frase hizo que mis ojos se levantasen hacia la mirada de mi madre.
Sus ojos mostraban brillo y convencimiento. Tenía razón, no podía rendirme tan
fácilmente.
El timbre de mi casa sonó. Mi madre se levantó apresurada y cogió de
nuevo el paño para seguir limpiando la cocina.
Yo, a su vez, me levanté de la mesa cogiendo débilmente la bandolera que
siempre llevaba a clase y tomando mi gordo abrigo en mi cuerpo.
Me acerqué a mi madre y la besé la mejilla mientras el timbre sonaba
ansioso.
-Luego te veo. – La musité.
-Suerte. – Añadió ella.
Volteé los ojos sabiendo que la necesitaría, pero decidí no darle más
importancia y atravesar el pasillo hasta llegar a la puerta donde parecía que
alguien estaba matando el timbre.
-Buenos días. – Musitó sonriente.
-Buenos días, Josh. – Contesté.
Tomó mi cuello con el brazo para apresurarme a su torso. Recibí un abrazo el cual puedo asegurar como
tranquilizador.
-¿Nerviosa? – Preguntó.
-Sí. – Contesté.
-No te preocupes, todo estará bien.
El chico agarró mi mano sin mi permiso y comenzó a atravesar mi jardín.
Tiró de la puerta de metal y yo la cerré detrás de mí. Cruzamos la pequeña
carretera y ambos entramos en el vehículo de Josh, que sería quien me acercaría
al instituto.
-Si necesitas algo sabes que puedes llamarme cuando quieras. Yo estaré
ahí en un santiamén. – Dijo en tono tranquilizante.
-Lo sé, Josh. Sé que mi deber es volver a estudiar, pero no sé si aún
estoy preparada, y más sabiendo lo que pasó el otro día con Alison.
-Entiende que esté rabiosa. Ella fue tu amiga durante mucho tiempo y se
sintió defraudada.
-Lo entiendo. – Contesté. – Pero la advertí que cambié.
-Es normal que lo dude. Cuando te rescaté de aquella pelea pensé que
jamás te podría retener. – Informó.
Reí ante la sonrisa pícara que había mostrado Josh.
-Por cierto. – Añadió el chico. – Gracias por aceptar la cena del otro
día.
-No hay de qué. – Contesté. – Y sería al revés.
-¿Decidiste ya la respuesta a mi propuesta? – Preguntó.
Mis pulmones se llenaron de aire mientras mi pecho subía a gran
velocidad. Miré por la ventanilla y recordé aquella cena.
Días antes.
-Estás preciosa. – Susurró Josh mientras arropaba mi mano con la suya.
-Gracias. – Contesté ruborizada.
El tacto de su piel con la mía me estremecía. Me estremecía demasiado.
-¿Qué quieres tomar? – Preguntó cogiendo su menú y ofreciéndome el mío.
Lo abrí y le eché un vistazo.
-Creo que me quedaré con un este. – Dije señalando el nombre de la
comida.
Era un restaurante extraño. Incluso los nombres de los menús eran
extraños, pero era original y bien decorado. Josh había sabido elegir.
-Bien. – Musitó él mientras miraba lo que yo me había pedido.
El camarero acudió a nosotros y tomó nota de nuestros menús. Minutos
después, y rápidamente, el hombre vino de nuevo con nuestro pedido, dejando
nuestro plato correspondiente a cada uno.
-Gracias por aceptar la cena. – Agradeció Josh.
-Gracias a ti por invitarme a cenar. – Contesté.
Él sonrió ruborizado y yo le imité.
-¿Sabes algo de…?
-No. – Le interrumpí. – Sólo sé que se fue.
-¿Aún no sabes dónde?
-No. Y creo que no debería saberlo.
-Entiendo… - Musitó él.
Ambos nos quedamos en silencio mientras comíamos ese delicioso menú que
habíamos pedido.
-¿Puedo hacerte una pregunta? – Articuló.
-¿Sí? – Contesté.
-¿Tú…?
Fruncí el ceño cuando escuché titubear de tal manera a Josh.
-¿Tú… querrías… ya sabes…?
-¿Querría qué, Josh? – Repliqué.
-Salir conmigo.
Mis palabras se cortaron. No debí procesar bien la pregunta que Josh me
estaba lanzando. Mi cara estuvo completamente quieta durante unos minutos, y
por más que lo intenté, no encontré las palabras exactas para contestarle.
En la actualidad.
-Josh, creo que es algo apresurado. No quiero forzar nada. Quiero ir
despacio. Además, sabes que Louis…
-Sí, lo sé. – Me interrumpió. – Louis está demasiado presente.
Asentí con la cabeza a su resoplo.
-Ya hemos llegado. – Concretó él.
Parecía enfadado a mi insistente pasividad a esa pregunta.
-Gracias. – Agradecí.
Abrí mi puerta y me acerqué a él para besarle en la mejilla. Su gesto
permaneció frío.
-¿Qué pasa? – Pregunté.
-Nada. Luego te veo. – Contestó.
Arqueé mis cejas y abandoné el vehículo. Por un momento, Josh había
conseguido que me olvidase de todo lo que me venía ahora.
Cerré la puerta y emprendí camino hacia dentro del instituto, de nuevo.
Mi mirada miraba la fachada como si no la hubiera visto en años. Mi
respiración no cesaba y los nervios corrían a toda velocidad por cada vena y
arteria de mi cuerpo.
Subí aquel bordillo el cual estaba marcado ya como “Instituto”. Intenté
tranquilizarme yo sola y cogí todo el aire necesario para llenar mis pulmones y
después soltarlo. Caminaba despacio, llegaba con tiempo.
-¡____! ¡_____! – Exclamó alguien detrás de mí.
Mi cabeza se giró a la llamada de mi nombre. Arrugué la frente mientras
intentaba contactar con la persona que me había llamado.
Al fin encontré a una persona agitando fuertemente su brazo. Mi frente
volvió a la normalidad y me percaté de quién era: Frank.
-¡Oh! – Exclamó cuando se puso a mi lado. – ¡Pensé que no me verías!
Sonreí tímida ante la presencia de mi profesor, quien tomó las riendas
para el saludo y me dio dos inesperados besos.
-Buenos días, Frank. – Pronuncié.
-¿Qué tal te va todo? Ya me contó Josh que, bueno…
-Sí. Quiero retomar la tranquilidad en mi vida.
-Me alegro mucho. – Comentó Frank.
Sonreí a su amabilidad y ambos subimos las escaleras que comunicaban el
pasillo del instituto.
-Hoy no hueles a tabaco. – Musitó el profesor.
Le miré sorprendida y asustada. No me gustó el comentario que hizo, ya
que necesitaba fumar desde hacía ya algunos días.
-¿Lo dejaste? – Insistió.
-Sí. – Contesté cortante.
-¡Genial!
-Ya lo creo. – Contesté con sarcasmo.
-Vete pasando a clase, yo enseguida vengo. – Dijo el profesor cogiendo
mis hombros y dirigiéndome a la clase.
Le miré y me guiñó un ojo. Giró su cuerpo y comenzó a andar hacia la
sala de profesores.
Mi mirada se dirigió a la puerta entornada de clase. Mi corazón ahora
parecía querer salirse de mi pecho, sin embargo, me auto convencí y empecé a
andar hacia la puerta.
Mi mano tomó el pomo y tiró un poco de la puerta haciendo que se
abriese.
Mis ojos vieron a gente sentada en la mesa, chicas cuchicheando, como
siempre, chicos riéndose entre ellos…
El ambiente de la clase que yo dejé hacía ya algún tiempo.
Tragué saliva y abrí del todo la puerta pare meterme dentro de la clase.
PD. Hoy hay segundo capítulo: http://thepastcomeback.blogspot.com.es/2013/08/capitulo-26.html
Per. Fect
ResponderEliminarTU!! Hubo cena.. que monos, y vuelve al instituto, , a mi me costaria un monton. Hay que ser muy valiente para hacer eso.. Me encanta
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