Ese autobús continuaba su camino. Me había
cambiado de sitio para poder apoyarme en la ventana y observar la carretera
mientras pensaba en todo eso que acababa de pasar con Alison.
No entendía con certeza su comportamiento. ¿Qué
estaba haciendo de malo? Louis no parecía ser tan mal chico como le estaban
pintando. ¿Acaso no podía pasarlo bien?
Su comportamiento era un tanto protector.
Parecía que ella temía que me convirtiese en un Adam por haber ido tres veces a
El Foco.
Mi teléfono comenzó a vibrar en el interior de
mi bolso. Fruncí el ceño mientras lo sacaba y miré la pantalla.
-¿Sí? – Contesté.
-Hola, ____.
-¿Louis?
-¿Aún no
tienes mi móvil guardado?
-La verdad es que no…
El chico soltó una carcajada por la otra línea
del teléfono.
-¿A qué esperas para hacerlo? – Apresuró.
-¿Por qué debería guardarlo?
-Debes guardarlo.
-¿Qué quieres?
-¿Tienes algo que hacer esta noche?
-Louis, no pienso ir de nuevo allí…
-No, no. Tranquila. Sólo quería cumplir esa
apuesta de anoche.
-Creo que ya la cumplí.
-Dije cuando yo quisiese, nena.
-Louis… Creo que tú y yo no debemos estar
juntos.
-¿Por qué? ¿Acaso te he hecho algo malo?
-Ayer bebí demasiado. Jamás lo había hecho.
-¿Insinúas que soy una mala influencia para ti?
-Mmm…
-¿Enserio? – Replicó el chico algo sorprendido.
-Puede.
El chico soltó una sonrisa sarcástica detrás del
teléfono.
-Alguien mal influente no salva a una chica de
un coma etílico.
El chico colgó bruscamente el teléfono. Mi mano
separó el mío lentamente de mi oído y miró la pantalla para asegurarse de que
Louis no seguía en la otra línea.
Un suspiro de indecisión se apoderó de mí. Louis
me gustaba. Por muy diferente que fuese a mí, por muy peligroso que fuese estar
con él; Me gustaba. Pero los comentarios y el insistente comportamiento de
Alison pesaban más que un simple chico, o mejor dicho, que un simple capricho.
Miré por la ventana de ese autobús de nuevo. Mi
cuerpo se levantó automáticamente cuando vio la manzana de mi casa aparecer por
ella.
Pulsé rápidamente el botón que minutos antes
había pulsado Alison y me dirigí hacia las escaleras de salida.
El vehículo frenó y abrió sus puertas para que
pudiese ser abandonado. Mis piernas bajaron rápidamente esas escaleras y
comenzaron a andar sobre el asfalto de mi zona.
“El autobús para cerca de esa rotonda de al
lado de tu casa, donde paramos el otro día.”
Esa frase tan protectora de Louis resonaba en mi
cabeza. Confusión. Solo eso. ¿Qué tenía ese chico de diferente para que mi
atención solo pudiese centrarse en él? Apenas habíamos cruzado unas cuantas
palabras y ya había estado en su casa, haciendo quién sabe qué.
Mi pecho solo ofrecía suspiros de confusión.
Alison tenía razón, pero el capricho que mi cuerpo desprendía hacia ese chico
era demasiado grande.
Al fin alcanzaba a ver la calle donde estaba mi
casa. Mis piernas cansadas y mi cabeza con un gran dolor parecían querer
tumbarse sobre una cama y no despertarse hasta si fuese posible en tres años.
Abrí la puerta del exterior observando
sutilmente el coche que estaba aparcado al pie de mi casa.
Confundida, me
acerqué hacia la maceta donde escondía esa mochila. La colgué en mi hombro y
subí las escaleras del pequeño porche, buscando la llave que encajaría en la
cerradura de la puerta interior.
-Ya estoy en casa. – Exclamé.
Bruce pareció volverse loco cuando me vio y
comenzó a juguetear conmigo, como de costumbre. Me agaché para acariciarle
mientras él daba vueltas sobre la moqueta.
-_____. – La voz apagada de mi madre hizo que
levantase la cabeza.
-Hola, mamá.
La mujer me sonrió debilmente.
-Hay un coche en la entrada. ¿Esperáis a
alguien? – Su rostro casi bañado en lágrimas me alertó. -Mamá. ¿Estás bien?
-No. No del todo.
-¿Ha pasado algo?
-Ven. Siéntate. Tenemos que hablar.
Mi ceño fruncido acompañó a mi madre hacia donde
me dirigía: El salón.
Ella se sentó en la parte derecha del sofá. Dejé
mi mochila y mi bolso encima del sillón individual y me senté a su lado.
-Me estás empezando a asustar. – Alerté.
-Sé que esto no es lo que te había prometido
desde pequeña. Sé que esto no es lo que prometí enseñarte. Pero parece que no pudo
aguantar ni un solo tirón más y necesitaba hacerlo. Se supone que era por nuestro
bien.
-Mamá, no entiendo nada.
Las lágrimas de la cara de mi madre resbalaban mientras
sacaba un folio de su bolsillo.
Sus manos temblorosas se extendieron hacia mí
para ofrecerme leer.
-Ten. – Pronunció.
-¿Qué es?
-Léelo.
Mi garganta tragó saliva. La apariencia destrozada
de mi madre y sus nervios me avisaban de que nada bueno habría en ese folio tan
doblado.
Mi madre se llevó la mano a su boca intentando
calmar sus sollozos.
La miré extrañada mientras deshacía la forma del
folio.
-¿Estás bien?
-Por favor, _____. Lee.
Arqueé las cejas y dirigí mi mirada hacia el
folio.
“Julie.
Sé que esta no es la mejor forma de despedirme, pero quizás no he sabido
ser lo suficiente valiente para decirlo a la cara.
Es una gran carga para mí decirte esto por escrito y después desaparecer,
pero créeme que no tengo otra opción.
Nos hemos dado tantas oportunidades y ninguna han valido y solo por nuestra
hija. Creo que ella sería más feliz viviendo en un entorno donde sus padres no
estuviesen las veinticinco horas del día discutiendo por tonterías.
Por eso creo que lo mejor es que yo me vaya de esta casa y os deje a las dos
ser felices, pues yo no sé hacerlo.
En cuanto el dinero, tranquila. Pasaré una cantidad apropiada para que ambas
podáis vivir.
Dile a ____ que me fui por asuntos
de trabajo, no quiero que ella lo sepa.
Lo siento, pero sé que será lo mejor.
Lenny.”
Mi estómago hecho un nudo parecía explotar en
ese instante. Todos los órganos de mi cuerpo parecían haberse cambiado de lugar
al leer esa carta tan inútil que había dejado mi padre a mi madre como
despedida.
Rabia invadía mi interior. ¡Cómo coño mi padre
podría habernos hecho esto! ¡¿Trabajo?! ¡Trabajo! ¿Acaso se pensaba que nunca
me iba a dar cuenta?
Mis manos comenzaron a arrugar el folio mientras
escuchaban los duros sollozos de mi madre.
-Mamá… No te preocupes. Nosotras podremos salir…
-Esto es tan difícil, ____. Jamás me imaginé que
haría algo así.
Ladeé mi cabeza cuando mis lágrimas comenzaron a
asomarse por las órbitas de ellos. Me levanté lentamente del sofá y me puse las
manos en mi cabeza, intentando cuadrar algo.
-No, no. Tienes que estar
bien. Vamos a salir solas. No necesitamos a un hombre para ganarnos la vida.
-Llamé a la tía Karen en cuanto leí la carta
esta mañana. Ella me dijo que me fuese a su casa en la playa a hacerla
compañía, me vendría bien.
-¿Qué quieres decir? – Repliqué.
-Quizás el irme con ella me ayudaría a recobrar
fuerzas.
-¿Me vas a dejar sola? – Pregunté titubeando
mientras mis lágrimas salían disparadas de mis ojos.
-Necesito salir de esta casa.
-Mamá, no se te acaba la vida porque el imbécil
de papá nos haya abandonado.
-____, por favor, entiéndeme.
-¿Cómo quieres que te entienda si me vas a abandonar
tal y como lo ha hecho él?
-Sólo una semana. Sólo una. Me hará falta para
sacar las ganas de seguir adelante y continuar ayudándote.
-Esto no es ayudarme. Te necesito, joder.
-Y estaré. Siempre que me necesites podrás
llamarme.
-¿Crees que eso es lo que debe de hacer una
madre en una situación así?
Mi madre pasó un par de veces las manos por su
cara y retiró sus lágrimas.
El claxon de un coche insistiendo en la entrada
la sobresaltó. Mi cuerpo cayó de nuevo en el sofá.
-O sea, El coche que había en la entrada era
para ti, ¿No?
La mujer de nuevo pasó un suave pañuelo por sus
ojos y respiró.
Se inclinó para besarme la mojada mejilla y se
retiró de nuevo de mí. Mi gesto seguía congelado. Con un beso no iba a arreglar
nada. Me estaba abandonando, al igual que mi padre.
-Hay comida suficiente en la nevera, y la comida
de Bruce está en el mueble de al lado del frigorífico. He hablado con la vecina
y ella se encargará de sacarle para que te puedas centrar en tus estudios.
Soplé aire con mi nariz mientras dibujaba una
sonrisa de incredulidad en mi rostro.
-Si me necesitas, llámame. – Añadió mi madre.
-No, tranquila. No voy a necesitar ayuda de
nadie. – Dije con rencor.
Mi madre bajó la mirada algo culpable y atravesó
el salón bajo el insistente sonido del claxon.
La puerta de la casa se cerró y Bruce acudió a
mí, subiéndose en mis piernas para darme unos lametazos enormes con esa áspera
lengua.
Sin embargo, lo que menos me apetecía en esta
situación era jugar con un perro, porque la gran pregunta que se me pesaba por
mi mente ahora era: ¿Y ahora qué?
¡SORPRESA! Como os dije, escribiría los capítulos mientras estaba fuera, y aun que no he podido hacer maratón, aquí tenéis un segundo capítulo hoy, así celebramos los tres años de los chicos las Nerrys también: http://thepastcomeback.blogspot.com.es/2013/07/capitulo-10_23.html
Perfecto! Vamos a por el 10
ResponderEliminarBesos <3